abril 22, 2020

Los 7 pecados históricos de la clase política en Chile.

Por Rodrigo Bustos. Historiador. 




Chile en medio de un terremoto social que explotó en Octubre del año pasado, está pasando por un proceso constituyente inédito en su historia republicana. Ante este contexto es menester citar a historiadores experimentados en lo que se refiere a Asambleas Constituyentes. Uno de ellos es Gabriel Salazar que en su último libro Acción Constituyente enumera los pecados históricos de la clase política civil que nombramos y sintetizamos de la siguiente manera:


1.- Nunca ha convocado por sí misma a una Asamblea Constituyente.

Se supone que en cualquier República Democrática la soberanía tiene que residir en el pueblo, siendo este un principio básico que nos heredó la Revolución Francesa de 1789, siendo su principal referente filosófico Jean Jacques. Rousseau. Por lo tanto muchos países del orbe desde ese entonces han convocado a Asambleas Constituyentes; pero Chile lamentablemente tiende a ser un país peculiar en esta materia. Por eso en la Historia de Chile la clase política cuando ha aceptado organizar una Asamblea Constituyente ha traicionado al pueblo con engaño y subterfugios. El caso más notorio ha sido el de Arturo Alessandri Palma en 1925, que fue traído de vuelta de su ostracismo forzoso para organizar y liderar la Asamblea Constituyente que militares (la oficialidad joven) y trabajadores habían acordado realizar, a efecto de cambiar de raíz la ilegitima y oligárquica Constitución de 1833. Alessandri, desplegando engaños y traiciones nunca organizó esa Asamblea y terminó por redactar él mismo la Constitución de 1925, con ayuda de un Comité compuesto por personalidades de los partidos políticos tradicionales que él mismo designó. Por lo tanto la nueva Carta Magna fue apenas una reforma del texto de 1833. Luego lo hizo aprobar con un plebiscito evidentemente viciado y con baja convocatoria. Así, resucitando el pasado oligárquico garantizó a la clase política de nuevo su rol hegemonico sobre el Estado (hasta 1973).


2.- La clase política civil ha sido siempre instalada en el control del Estado posterior a una intervención militar.

La clase dirigente ha preservado el poder a través de las fuerza de las armas. Así ocurrió en 1833, 1837, 1851, 1859, 1891 y en la transición 1989-1990. Por lo tanto nunca han llegado al poder en la marea civil de una revolución social. La excepción a la regla fue la transición de 1925 ya que el presidente Alessandri Palma volvió al poder gracias al apoyo que tuvo en su momento del movimiento Constituyente de Asalariados e intelectuales, siendo posteriormente traicionado por Alessandri.


3.- Siempre ha protegido e institucionalizado la primacía del capital mercantil trasnacional sobre la economía doméstica del país.

Por eso, ha sido el factor principal del subdesarrollo productivo del país y del carente valor agregado de las eternas exportaciones de materias primas. Así, después de 1833, la clase política firmó más de 15 tratados de libre comercio con las grandes potencias del orbe, lo que produjo la desnacionalización casi completa de la economía nacional. Las consecuencias se vieron durante la Primera Guerra Mundial (con el descubrimiento por parte de Alemania del salitre sintético)  y en la gran Depresión de 1929.

Después de 1990, los gobiernos de la Concertación firmaron decenas de tratados de libre comercio con las grandes potencias y mercados del mundo, los mismos que abrieron las puertas a la mayor invasión de corporaciones trasnacionales de toda la historia de Chile. Al mismo tiempo a lo largo de dos siglos, la clase política forzó el aborto de 3 movimientos de industrialización nacional:

A) Siglo XIX: Del artesanado.

B) Comienzos del siglo XX: Técnicos e ingenieros extranjeros.

C) Mediados del siglo XX: La CORFO.



4.- Siempre ha impuesto un severo centralismo político, burocrático y administrativo, degradando la autonomía soberana de las comunidades locales.

Este nefasto proceso comenzó con la abolición, hacia 1830, de los Cabildos y Asambleas Provinciales (que eran los órganos directos de la soberanía popular), para hacer prevalecer sobre ellos los dogmas constitucionales del país unitario, la soberanía nacional y la autoridad central (conceptos de poder propios de la oligarquía mercantil-financiera, comandada por el mercader Diego Portales). Con esa misma abolición, la clase política anuló la posibilidad de que las comunidades locales deliberaran y tomarán decisiones autónomas acerca de los problemas que le afectaban. A cambio estableció el voto secreto individual para elegir autoridades, cuya subordinación política a las comunidades locales quedó desechada. De este modo, el concepto abstracto de nación se impuso central y verticalmente a la comunidad local.


5.- La clase política ha transformado a la ciudadanía en identidades aberrantes.

Entre 1833 y 1874 el Presidente de la República manejó todas las elecciones nacionales través de la acción conjunta de sus intendentes, gobernadores y subdelegados (todos tenían mando policial y militar). Entre 1874 y 1925, a esa manipulación se agregó desde los municipios creados a ese fin, la de los mayores contribuyentes (terratenientes), de forma que entre el Estado y los hacendados se disputaron las urnas con todo, cosechando votos por calles y plazas, acarreando a inquilinos en ferrocarril para que fueran votando de pueblo en pueblo, manejando los registros electorales. Por eso, desde 1833 hasta 1925, en Chile no hubo ciudadanos propiamente tales, sino ciudadanos de pacotilla y miles de votos robados, comprados o fabricados por la misma oligarquía. Y entre 1925 y 2019 solo ha habido números electorales, estadística pura, correspondiente a individuos solitarios que depositan un voto mecánico en cámaras secretas. En otras palabras, jamás han permitido que existan en el país comunidades cívicas deliberantes y soberanas.


6.- Siempre que la clase política, por sí sola y en tiempo normal, ha administrado el Estado de acuerdo a la Constitución vigente, ha terminado por conducir el país a una catastrófica crisis económica, social, moral y política.

De tales crisis catastróficas con las consiguientes intervenciones militares que se registraron en 1837, 1851, 1859, 1924 y 1973-1989 se ha demostrado el despecho histórico de la clase política militar contra su similar clase política civil, porque esta la obliga a intervenir, por efecto de sus pecados favoritos, para llevar a cabo violentos trabajos sucios. En el reciente 2019 es la excepción al patrón de conducta del ejército ya que con el estallido social de octubre las fuerzas castrenses- por la razón que sea- no intervino como siempre: derramando sangre contra el pueblo para instalar el orden en el país.  Así se permite que la ciudadanía cobre la deuda histórica que la clase política profesional tiene con ellos. Y refundarla de raíz, o sustituirla por su propia soberanía efectiva.


7.- Nunca la clase política ha organizado un sistema educacional para formar en Chile ciudadanos constituidos en comunidades soberanas en base a su propia realidad local. 

Los niños(as) y adolescentes carecen de identidad y futuro propio. Ante eso, solo pueden renegar de la cultura extranjera que no los integra de verdad.
La clase dirigente ha construido, para sí, una clase social hecha de ficción y ambición que, por lo mismo expolia politicamente a la ciudadanía que dice representar.

Sus siete vicios capitales han enviciado al país entero, que sigue en una condición irrefutable de sub-desarrollo productivo, combinado con un alto índice de fiebre hedonista. Lo que es el vivo retrato de una identidad todavía colonialista, aún después de dos siglos de independencia.

Esperamos sacar una gran lección que nos ha dejado nuestro pasado con respecto al tema constituyente. Este es la oportunidad¡.


                                           Fotografía icono del estallido de octubre en Chile.

Fuente:

1.- Gabriel Salazar:  Acción Constituyente. Un texto ciudadano y dos ensayos históricos. Tajamar Editores. 2019.

Rodrigo Bustos. Historiador. 

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