diciembre 29, 2022

Quién fue Pelé? (1940-2022).

Por Rodrigo Bustos. Historiador. 

Edson Arantes do Nascimiento, más conocido como "Pelé", fue un futbolista brasileño de posición de delantero que hizo 1216 goles a lo largo de 1253 partidos de fútbol ⚽, en diez y ocho años de carrera futbolística. Por eso recibió un apodo que lo describe como el "Rey del Fútbol" o la "perla negra".

Desde niño, Pelé era enviado por sus padres a la plaza del pueblo a trabajar como lustrabotas. A pesar de la miseria en qué nació, Pelé no sólo fue capaz de surgir, sino qué se convirtió en el mejor futbolista de la historia. Por eso en 1980 fue elegido el mejor atleta del siglo, premio que junto con destacar su calidad,  enfatizó su gran popularidad en el orbe.

En 2000 fue elegido el mejor futbolista oficial sel siglo XX por la Comisión de Fútbol de la FIFA. 

Fue en el mundial de fútbol de Suecia 1958, al qué llegó con sólo 17 años y como reemplazante, cuando ya comenzó a causar furor. En los posteriores mundiales fue ovacionado por miles de seguidores. Junto a su inseparable equipo, el Santos, recorrió el mundo entero dando a conocer el fútbol brasileño. 

Hasta el día de hoy es el único futbolista de la historia qué ha logrado ganar tres Copas del Mundo, la de Suecia 1958, Chile 1962 y México 1970, encabezando en este último Mundial una de las mejores selecciones de todos los tiempos.

Fue el ganador más jóven de una Copa del Mundo y goleador más jóven en una final mundialista (con 17 años en Suecia 1958).

Con 33 años de edad ya pensando en el retiro recibió una oferta del fútbol norteamericano, para integrar el Nueva York Cosmos. En 1975, junto a su señora e hijos partió rumbo al bullicio neoyorquino. 

En 1984 comunicó a la prensa su voluntad de dar término definitivo a sus actividades deportivas. Tenía 43 años, estaba agotado y la vida le había dado todo lo que él deseaba.

El "Rey Pelé", el mejor embajador qué ha tenido Brasil, quién ha sido recibido por reyes, presidentes e incluso por el Papa Juan Pablo II, no había olvidado sus comienzos humildes en ese pequeño poblado desde donde soñaba ser el "Mais Grande do Mundo" en el deporte más popular de todos los tiempos. 




diciembre 16, 2022

Las 5 polémicas más importantes de las finales de la Copa del Mundo.

 Por Rodrigo Bustos. Historiador. 

Ahora que se aproxima la final del Mundial de Qatar hemos decidido hacer un recuento de las finales de los Mundiales más polémicas de la historia. A continuación les presentamos cinco casos emblemáticos: 


1.- Inglaterra vs Alemania. Inglaterra 1966. El gol fantasma.

Este partido se disputó en el estadio Wembley qué terminó empatado a 2 goles en los 90 minutos y en la prórroga se desata la polémica con un gol del inglés Geoff Hurts validada por el juez qué significó la ventaja a favor de los británicos. En los detalles del video del gol fantasma es evidente que la pelota toca el travesaño para después caer claramente fuera de la línea de gol.  Una conquista que no se debió haber validado. Después de esto, Inglaterra convierte el cuarto gol para coronarse campeón del certamen por primera y única vez.



2.- Italia vs Checoslovaquia. Italia 1934. Un partido bajo la amenaza de la dictadura fascista.

El juego lo ganó Italia 2-1 a Checoslovaquia en la prórroga. Así se convirtió en el primer campeón mundial de origen europeo.

Previo a la final en la selección italiana cundía la incertidumbre y el terror, luego de qué el dictador fascista Benito Mussolini manifestara al Director Técnico que Usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar, después, se dirigió al equipo, mencionando que ganan o shhh....mientras ponía su dedo en su cuello. Todo esto fue para blanquear la imagen internacional del régimen de Mussolini. 



3.- Italia vs Francia. Alemania 2006. El cabezazo de Zidane a Materazzi.

En este caso fue la peor forma de despedirse  del fútbol para el Zenedine Zidane. Corría el minuto 110 de partido,  con ambos equipos en empate 1-1, el galo le pegó un cabezazo en el pecho a Marco Materazzi, por un intercambio de palabras. Esta indisciplina de Zidane le costó una tarjeta roja directa y con una derrota para su selección. 



4.- Alemania Federal vs Argentina. Italia 1990. Penal polémico a último minuto. 

Fue la primera final en la Historia de los Mundiales en que el perdedor no anotara un gol. Con respecto al encuentro, en el estadio Olímpico de Roma iban empatando 0-0 Alemania Federal con Argentina y terminando el encuentro le cobran un dudoso penal de Roberto Sensini sobre el alemán Rudi Voller, algo que alteró los ánimos en el plantel trasandino ya qué Argentina quería reeditar el título mundial de México 86. El jugador alemán Andreas Brehme al lanzar el penal convierte el 1-0 definitivo lo que significó la Tercera Copa del Mundo para Alemania Federal. 



5.- Argentina vs Países Bajos. Argentina 1978. Un partido entre la algarabía y el terror político. 

El 24 de Marzo de 1976 Argentina sufrió un golpe de Estado, que terminó imponiendo una dictadura militar. Argentinos en el exilio y grupos sociales buscaron boicotear la Copa, sin éxito. Johan Cruyff, la figura holandesa de la época, se negó a participar en el evento por este motivo. 

En lo netamente futbolístico el partido se disputó en el Estadio Monumental de Buenos Aires ante 71 mil espectadores. Como se esperaba, fue una aguerrida contienda, donde luego de un empate a un gol en tiempo reglamentario, el duelo se extendió al alargue. Ahí Kempes, pondría en ventaja a la albiceleste al 105` y Daniel Bertoni anotaría al 115`, dándole a los argentinos su primer título mundial. Todo esto sirvió para para anestesiar al pueblo argentino con lo que estaba pasando con la contingencia nacional y para blanquear la imagen del régimen autoritario a nivel nacional e internacional.   



diciembre 02, 2022

Las 6 grandes goleadas en la historia de los Mundiales de Fútbol.

Por Rodrigo Bustos. Historiador. 

En medio de la vorágine mundialista hemos querido dejar registro de las grandes goleadas de la historia de los Mundiales de Fútbol con el criterio de la mayor cantidad de goles junto con la diferencia de gol entre los equipos qué se enfrentan. A continuación la lista de las mayores goleadas de la historia de los Mundiales partiendo por las más abultadas. Estas son las siguientes: 


1.- Hungría 10- El Salvador 1. España 1982.

Hungría y el Salvador estaban en el grupo C junto a Bélgica y Argentina. Lo curioso qué a pesar de la gran goleada de parte de Hungría a el Salvador, queda eliminado en la fase de grupos. La misma suerte corrió el Salvador quedando en el último lugar del grupo sin ganar un solo partido.




2.- Hungría 9- Corea del Sur 0. Suiza 1954.

Otra vez Hungría está registrada en las grandes goleadas de la historia. Está vez "los magiares mágicos" harían historia en llegar a la final de la Copa del Mundo junto a Alemania Federal después de un récord de partidos oficiales invicto. 

La goleada 9-0 de Hungría sobre Corea del Sur ocurre en la primera fase del grupo B. Por otra parte el seleccionado asiático debutaba en las copas del Mundo en la categoría absoluta y queda eliminado en primera fase sin obtener una victoria.  





3.- Yugoslavia 9- Zaire 0. Alemania Federal 1974.

Yugoslavia obtuvo el primer lugar en su grupo con 4 puntos superando a Brasil para después quedar eliminado en segunda ronda. En cambio Zaire fue un completo desastre ya que al debutar en las Copas del Mundo obtuvo cero puntos. Se especula que Zaire en el partido con Yugoslavia se dejaron perder para desafiar al dictador de su país llamado Mobutu. Zaire hará historia en ser el primer país del África Subsahariana en clasificar a una Copa del Mundo y en ser la peor selección de este Mundial qué no ha vuelto a clasificar (bajo el nombre de República Democrática del Congo) hasta el día de hoy.




4.- Suecia 8- Cuba 0. Francia 1938.

Fue un partido de los Cuartos de Final. Suecia lograría el cuarto lugar en el certamen perdiendo en semifinales con Hungría y después en la disputa por el tercer puesto con Brasil. Por otra parte, Cuba sólo lograría participar en este mundial. 





5.- Uruguay 8- Bolivia 0. Brasil 1950.

Uruguay llegó a ser campeón del certamen y este duelo sudamericano ocurrió en primera fase del grupo D. Bolivia queda eliminado en primera ronda disputando solo ese partido contra Uruguay. 





6.- Alemania 8- Arabia Saudita 0. Corea-Japón 2002.

Alemania en Corea-Japón logró ser sub-campeón perdiendo la final con Brasil. En cambio Arabia Saudita fue la peor selección de ese Mundial. Fue un partido de la fase de grupos y la goleada tuvo la curiosidad del Hat-Trick del joven Miroslav Klose.




noviembre 24, 2022

Los 7 países que jugaron un Mundial de Fútbol y qué hoy no existen.

Por Rodrigo Bustos. Historiador

En medio del mundial de Qatar se nos hace necesario recordar a los países que alguna vez jugaron un mundial de fútbol ⚽ y qué dejaron de existir hoy con tal denominación y tomaron otro nombre por razones geopolíticas, ideológicas, étnicas o por identidad nacional. A continuación les presentamos la lista:


1.- Checoslovaquia.

Fue un país que se disgregó pacíficamente en 1993 conformando la República Checa y Eslovaquia. Checoslovaquia estuvo en las competiciones oficiales desde 1919 hasta 1992 siendo miembro de la UEFA. La selección checoslovaca de fútbol obtuvo el subcampeonato en el Mundial de 1934 y 1962 perdiendo la final con Italia y Brasil respectivamente. El combinado clasificó para ocho ediciones de la Copa del Mundo (1934,1938, 1954, 1958, 1962, 1970, 1982 y 1990) y tres campeonatos de Europa. La actual República Checa es considerada por la FIFA y la UEFA como la sucesora de la antigua selección checoslovaca para las estadísticas deportivas.  




2.- Alemania Democrática. 

Después de la Segunda Guerra Mundial Alemania se divide en dos por razones ideológicas, construyéndose un muro en 1961. Existía la Alemania Federal y la Alemania Democrática. Éste último sólo participó en un solo mundial, el de Alemania Federal 1974 saliendo primera en su grupo superando a la anfitriona, a Australia y Chile. Queda eliminado en segunda ronda. En 1989 cae el muro de Berlín que significó la reunificación de Alemania bajo la denominación de Alemania Federal.





3.- Unión Soviética. 

Se crea la Unión Soviética en 1922 con el nombre oficial de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que estuvo conformada por Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia. Participó en los mundiales desde 1958 -con la excepción de del mundial de Alemania 1974 y Argentina 1978- sacando el mejor resultado en Inglaterra 🏴 1966 con el cuarto lugar. El país se desintegra en 1991, siendo su sucesora legítima la actual  Federación Rusa reconocida por la FIFA.




4.- Yugoslavia. 

Fue un Estado que se creó en 1918 bajo la denominación de reino de serbios, croatas y eslovenos (en  1929 pasa a denominarse Reino de Yugoslavia) y que se desintegra en 1992 con el nombre posterior de Serbia y Montenegro en el 2003.

Yugoslavia (íntegramente) participó en 8 mundiales de fútbol ⚽ (en 1930, 1950, 1954, 1958, 1962, 1974, 1982 y 1990) sacando el cuarto lugar en Uruguay 1930 y Chile 1962.

Esta selección representó entre 1920 y 1992 a los actuales estados independientes de Serbia, Croacia, Eslovenia, Macedonia del Norte, Montenegro, Albania y el disputado Kosovo. Fue uno de los equipos más exitosos de Europa durante el siglo especulándose de la generación perdida en la década de los 90 cuando se desintegra el país.  El indicio de esto fue que se coronó campeón en el mundial  de la categoría sub 20 de 1987.

La actual selección de Serbia se le considera la única sucesora de la ex Yugoslavia para las  estadísticas deportivas. 

De los equipos sucesores que conformaron Yugoslavia, Croacia ha sido el más exitoso a la fecha, ya que se ha clasificado a 5 copas del mundo, ha obtenido el tercer puesto en el mundial de Francia 1998 y fue finalista en el Mundial de Rusia 2018. Por contraparte Montenegro, Macedonia del Norte y Kosovo son las únicas  selecciones qué no han podido clasificar a un mundial de la antigua Yugoslavia. 




5.- Serbia y Montenegro

Este Estado se crea con esta denominación en el año 2003 para abandonar definitivamente el nombre de Yugoslavia. Este país se clasifica primero en su grupo en las clasificatorias de la UEFA. Días antes de la realización del Mundial de Alemania 2006 se realizó un plebiscito en Montenegro para resolver la aprobación de la independencia de Serbia, logrando el 55% de los votos a favor por lo que el parlamento Montenegrino ratificó la disolución de Serbia y Montenegro como Federación. Por lo tanto se dio la curiosidad que la selección de Serbia y Montenegro disputó ese Mundial siendo un Estado inexistente. Aunque en términos de identidad nacional no era mucho problema ya que en el plantel había un solo jugador de nacionalidad montenegrina.

En lo que respecta al rendimiento deportivo, esta selección terminó en el último lugar del grupo sin ganar un solo partido. Se enfrentó a Holanda, Costa de Marfil y Argentina, esta última le propinó una goleada por 6-0 quedando en la estadística como la peor selección de aquél Mundial.

Serbia en el Mundial de Sudáfrica 2010, Rusia 2018 y Qatar 2022 quedó eliminado en primera ronda. En cambio Montenegro no se ha clasificado a los Mundiales. 



6.- Zaire.

Fue denominado de esta manera entre 1971 y 1997 por la dictadura de Mobutu Sese Seko. Con la Primera Guerra del Congo el dictador es derrocado y huye del país. Al asumir la presidencia del país el guerrillero Laurent Desire Kabila proclamó al país como la República Democrática del Congo, nombre que conserva en la actualidad. 

Zaire participó sólo en el Mundial de Alemania Federal de 1974 siendo eliminado en primera ronda, recibiendo una goleada histórica de 9-0 ante Yugoslavia obteniendo 0 puntos y 14 goles en contra durante el certamen. Sin embargo el país haría historia al ser el primer país de la África Subsahariana en clasificar a un Mundial de fútbol. Mobutu sacó provecho político después de la goleada ante Yugoslavia y amenazó al plantel para el partido ante Brasil para que no perdieran por más de 3 goles. Mobutu pronunció la siguiente frase: "Si pierden por más de tres goles no vuelven a casa". Por suerte Zaire perdió ese partido por 3-0 y se salvaron. 



7.- Indias Orientales Neerlandesas. 

Es el nombre de la ex colonia holandesa de la actual Indonesia y que participó por primera y única vez en el mundial de Francia de 1938, quedando eliminado en primera ronda. Fue el primer país asiático en participar en una Copa del Mundo, pero lo curioso es que participó en el mundial junto a su Metrópolis, Los Países Bajos y participó en un solo partido ante Hungría con una goleada en contra de 6-0. 




noviembre 09, 2022

Una discusión teórica en torno al concepto de revolución.

Por Rodrigo Bustos. Historiador.
Desde la creación del término, y especialmente en situaciones social y políticamente controvertidas como la producida desde 2010 en el mundo islámico, la noción de “revolución” ha sido frecuentemente utilizada para designar a casi todo acontecimiento disruptivo y generalmente violento, de índole política o social, que afecta a un determinado Estado. Para promover un uso más diligente del concepto, y dilucidar con claridad a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de una “revolución”, acudiremos a cinco de los pensadores políticos más influyentes de la historia de las ideas, para sistematizar una serie de pautas clave de cara a establecer una definición mínima del concepto de “revolución”, y generar una necesaria discusión en torno a la legitimidad (o no) del uso.

MARCO TEÓRICO. 
1. ALGUNAS NOTAS INTRODUCTORIAS SOBRE EL CONCEPTO DE “REVOLUCIÓN”.
En la actual época, en la que el término revolución vuelve a estar en boca de casi todos –especialmente de los medios de comunicación–, y en la que su extendido uso no siempre se ajusta con exactitud a su verdadero significado, se nos antoja imprescindible volver a los principales preceptos teóricos sobre este controvertido concepto. La reciente ola “revolucionaria”, propiciada por la denominada “Primavera árabe” ha vuelto a generalizar el término “revolución”, entendido éste siempre como un hecho social, cultural y/o político que supone una transformación radical y profunda de una sociedad –o de una importante parte de la misma– en relación con su pasado más inmediato, si nos limitamos a su definición más básica y esencial.
Pese a las numerosas conceptualizaciones teóricas que en la literatura politológica y filosófica existen sobre este concepto, la gran mayoría de autores coincide en subrayar su carácter súbito y violento, y sus consecuencias duraderas y trascendentales para el devenir de esa sociedad. En este mismo sentido, la revolución es considerada como una ruptura del orden establecido, o en todo caso como una discontinuidad en comparación con el estado anterior de los acontecimientos. Es un proceso que debe afectar fundamental y decisivamente a las estructuras sociales, económicas y/o políticas de una sociedad para poder definirlo como tal, y para diferenciarlo de procesos menos significativos como las rebeliones y las revueltas, conceptos muchas veces usados de forma complementaria y sustitutoria, pero cuya naturaleza es esencialmente distinta.

Tal y como sistematiza Luis Villoro (1992: 278), el término “revolución” debe contar con tres condiciones mínimas para ser considerado como tal. Según las explicaciones de este autor, “revolución” es: a) todo aquel movimiento colectivo amplio (nunca nos encontramos ante un grupo demasiado reducido de gente), b) disruptivo del orden social y jurídico (debe ir obligatoriamente en contra del orden establecido e imperante), y c) que intenta reemplazar el poder político vigente por otro (no necesariamente por el de los propios iniciadores de la revolución).
Aún partiendo de una definición esencial –y sobre todo dependiendo de adscripciones ideológicas particulares–, los diversos autores hacen hincapié en distintos elementos del concepto de “revolución”, tales como su carácter repentino y agresivo, el poder de las masas para cambiar el estado de las cosas, el papel de las ideologías políticas en los procesos revolucionarios, o el poder de las élites políticas, entre otros factores. Igualmente, la revolución puede ser analizada como un fenómeno exclusivamente cultural, social, político, o económico, elementos que en la práctica suelen desencadenarse unidos. Además, la “revolución” también puede entenderse tanto como un fin – como un objetivo, como una meta de las clases revolucionarias–, como un proceso –es decir, como un medio para conseguir transformar la sociedad a medio o largo plazo–, tal y como recoge Roca(1993).
Uno de los aspectos en los que más se ha incidido al analizar el fenómeno de las revoluciones es su carácter violento, tal y como expone Martínez Meucci (1999). Para este autor, gran parte de las controversias sobre el tratamiento teórico del concepto de “revolución” están relacionadas con la violencia, comportamiento siempre presente en los procesos revolucionarios históricos (Revolución Gloriosa, Revolución Francesa, Revolución Americana). Esto lleva a aceptar tradicionalmente la idea clave de que la revolución implica siempre un componente básico de violencia política y/o social. A pesar de ello, este precepto aceptado mayoritariamente ha comenzado a entrar en declive, con el surgimiento de autores que reconocen la posibilidad de revoluciones sin la violencia como máximo distintivo, y que hacen hincapié en otros factores estructurales, culturales, o humanos (Martínez Meucci, 1999: 188).
Antes de contraponer las variadas interpretaciones que del hecho revolucionario hacen algunos intelectuales y teóricos políticos de primer orden –tanto clásicos como contemporáneos,desde Maquiavelo hasta Theda Skocpol-, es necesario destacar la importancia de este concepto en el ámbito de la teoría política. La noción de “revolución” ha sido clave en todo análisis histórico-político desde que la historia, la filosofía, y la Ciencia Política se configuraron como materias especializadas del saber. La relevancia de este concepto ha sido especialmente apreciada desde la consolidación de la disciplina histórica a partir del s. XIX. En aquel momento los profundos cambios sociales y políticos acaecidos a finales del aquel siglo –especialmente las revoluciones francesa y americana– hicieron necesaria la reflexión sobre la naturaleza de aquellos movimientos y mutaciones radicales que posteriormente serían bautizados como “revoluciones”. Desde entonces la explicación de las causas y características de la revolución se ha convertido en un tema fundamental en el campo de la teoría política, al que numerosos historiadores y analistas políticos han tratado de dar una explicación plausible.
Es importante destacar que quizás la primera vez que se utilizó el concepto “revolución” fue en referencia a la Glorious Revolution inglesa de 1688 (Villoro, 1992: 277). A pesar de ello, es la Revolución Francesa la que generaliza el uso del término, y la que marca un punto de referencia para el posterior análisis de futuras revoluciones. A partir de entonces se comenzará a bautizar como “revolución” a todo aquel episodio histórico de transformación y negación de una época anterior e iniciación de una nueva. Asimismo, la revolución se convertirá en un aspecto clave para entender los acontecimientos de la época moderna, marcada por sucesivos e imprevistos cambios de índole política, económica y social, como los acaecidos durante estos dos últimos años en el mundo islámico.
2. EL CONCEPTO DE “REVOLUCIÓN” EN LA DISCIPLINA POLITOLÓGICA.
2.1. La formulación implícita de “revolución” en Nicolás Maquiavelo.
Maquiavelo es considerado como uno de los “clásicos” de la teoría política, cuya obra ha trascendido en el tiempo y en el espacio para ser continuamente revisitada por los más variados analistas políticos e historiadores. Muchos autores han querido ver en su obra un carácter decididamente revolucionario, además de un análisis novedoso y eficaz de la realidad política, donde el conocimiento es considerado como el arma de evolución y progreso máxima.
Maquiavelo ha sido calificado tradicionalmente como el “científico de la política” por excelencia, dado el lúcido examen que en su obra ofrece de los instrumentos, los móviles y los mecanismos de consecución y mantenimiento del poder político. En El Príncipe, su obra paradigmática, lleva a cabo un estudio donde evidencia con meridiana claridad la diferencia entre utopía y realismo político, y entre los fines y los medios del ejercicio de la política. Asimismo describe, entre otros aspectos, cómo las concepciones filosóficas y religiosas pueden servir para legitimar a los gobernantes en el poder. En este sentido, destacable es el párrafo del capítulo XVIII, donde Maquiavelo predica: “a menudo, para conservarse en el poder, [el político] se ve arrastrado a obrar contra la fe, la caridad, la humanidad y la religión. Es preciso, pues (…) que, en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal” (1999: 90).
En cuanto a su aportación al concepto de “revolución”, la obra de Maquiavelo resulta un útil manual explicativo de cómo acceder y perpetuarse en el poder político. La faceta revolucionaria de la labor de Maquiavelo ha sido destacada por múltiples autores, los cuales han visto en El Príncipe una obra paradigmática sobre la creación de una nueva forma de acceder y ejercitarse en el poder.
Algunos de estos autores contemporáneos, entre los que se encuentra el profesor Atilio Borón, señalan que algunos de los fragmentos de la obra del pensador italiano pueden ser claramente interpretados como llamamientos a la sublevación o la revuelta. Uno de estos controvertidos párrafos podría ser el que se refiere a la llamada a la liberación de los italianos, situado en el último capítulo (XXVI) de El Príncipe de Maquiavelo, donde éste exhorta al pueblo italiano a tomar las armas para echar de sus fronteras a los invasores (Maquiavelo, 1999: 132). En este sentido, podría quedar más claro el matiz revolucionario del texto maquiavélico.
Hay que dejar claro que, además, el tema esencial de esta obra es en sí mismo un elemento claramente enfocado a la revolución y el cambio: el poder es presentado por primera vez de una forma totalmente desnuda (libre de connotaciones religiosas, metafísicas o militares), y el fin de la argumentación de Maquiavelo es, en todo momento, el de descubrir y mostrar la forma en que se asalta y se ejecuta tal poder político.
Podemos decir que, de una forma implícita, Maquiavelo aportó un componente muy relevante a la idea de “revolución”, puesto que en su discurso y sus obras se dirigió en todo momento hacia las “clases subalternas”, e interpeló al pueblo para mostrarle el modo en que los dominantes ejercían su poder sobre ellos. En este sentido, y quizás yendo un poco más allá de la intención última de Maquiavelo, sí encontramos importantes vestigios de una nueva forma de concebir el hecho revolucionario.
2.2. La revolución marxista
No se puede abordar el concepto de “revolución” sin examinar la noción clave de “revolución proletaria” promulgada y promovida por Karl Marx. Este autor, considerado el padre del comunismo y cuya influencia se puede apreciar aún hoy día en multitud de Estados, autores e historiadores, expuso en el conocido Manifiesto Comunista el ideario de una idílica revolución socialista. Esta obra se ha convertido casi en una Biblia para sus seguidores, además de ser uno de los tratados políticos más influyentes de la historia.
En el citado Manifiesto, original de 1848, Marx y Engels recogen y exponen las principales ideas del comunismo, a la vez que describen los principios de la teoría del materialismo histórico fundada por Marx. Asimismo, se anuncian los propósitos de la revolución comunista, y se sugieren las acciones a tomar para llevar a buen puerto una revolución proletaria que acabaría con el sistema económico y laboral capitalista e instauraría una nueva sociedad sin clases.
La revolución marxista es una revolución económica, social y política, mediante la cual el proletariado busca arrebatar el poder a la clase burguesa capitalista, siguiendo con un modelo histórico de continua lucha entre las clases sociales. Este conflicto de clases se caracteriza concretamente por la incesante pugna a lo largo de la historia entre una clase dominante (amos, señores feudales, nobleza y finalmente burguesía) y una clase dominada (esclavos, siervos, vasallos y finalmente proletarios).
En el momento de escribir el Manifiesto, el proletariado se erguía como la clase oprimida, que se había ido organizando políticamente –primero como clase social, posteriormente como partido político– desde el estallido de la Revolución Industrial. Por su parte, la burguesía se había convertido en la clase dominante, la cual había inaugurado un nuevo modelo económico basado en la alienación y la explotación del trabajo del proletariado. Esta clase oprimida, tras haber sufrido un inhumano aprovechamiento de su empleo por parte de la clase burguesa, se apoderaría del poder –de una forma más o menos violenta, no explicitada por Marx–, instaurando un nuevo modelo político basado en la colectivización de los medios de producción, el control de los medios coercitivos del Estado y la desaparición de las clases sociales. Los encargados de establecer y coordinar la creación de la sociedad sin clases son los denominados “comunistas”, clase formada por aquellos que representan la vanguardia del proletariado, o “el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás” (Marx y Engels, 2001: 12). Una vez conseguido el Estado sin clases sociales, Marx y Engels planteaban la abolición del Estado, pues consideraban que ya resultaría innecesario.
Cabe destacar que la revolución proletaria marxista es una revolución de corte internacional, que comienza en el seno de un Estado, pero que debe traspasar las fronteras del mismo y llegar a todos los proletarios oprimidos del mundo. Así se reconoce en la mítica frase final del Manifiesto: “¡Proletarios de Todos los Países, Unidos!” (2001: 26).

2.3. El concepto de “revolución” en Herbert Marcuse
Herbert Marcuse, importante representante de la Escuela de Frankfurt, tomó los postulados marxistas como base para su propio análisis, definiendo la revolución como “el derrocamiento de un gobierno y de una constitución legalmente establecidos, por una clase social o un movimiento cuyo fin es cambiar la estructura social y la estructura política” (1970: 142). En su caso, Marcuse extrapolaba la revolución a cualquier clase o grupo social que buscara modificar sustancialmente –y con una finalidad legítima– la estructura del Estado, y no la limitaba al conflicto inherente entre burguesía y proletariado.
Un aspecto muy importante en el que Marcuse se centra en su obra Ética de la revolución es el papel de la violencia, y el dilema sobre si está justificado su uso para “el establecimiento y la promoción de la libertad y dicha humanas” (Marcuse, 1970: 143). Éste es un problema clásico en el estudio de las revoluciones, que supone una contraposición general de difícil solución, ya que nunca queda garantizado de antemano que el régimen que se instaure después de una revolución sea mejor que el sistema derrocado. Asimismo, tampoco queda claro que la consecución de un objetivo político pueda ser perseguido a toda costa, y empleando para ello cualquier instrumento violento o radical. En este sentido, Marcuse reconoce que hasta cierto punto el fin podría justificar los medios, siempre que promoviese de una forma fehaciente el progreso humano en libertad. Si el fin de una revolución es legítimo, se podría exigir el establecimiento de las condiciones necesarias para su realización, la creación de las cuales “puede justificar el sacrificio de víctimas como lo ha justificado a lo largo de toda la historia” (Marcuse, 1970: 156). Ante este hecho, siempre queda la duda de saber qué fin es legítimo y cuál no lo es, y sobre todo, qué mecanismos se establecen para diferenciar a unos de otros.
Tal y como el propio nombre de la obra de Marcuse indica, la revolución crea su propia ética, debido a que los códigos éticos y morales previos, propios del orden político anterior, no resultarían aplicables ni útiles para la interpretación de la nueva naturaleza surgida de la revolución social y política producida, haciendo necesaria la aparición, por tanto, de una nueva ética acorde al nuevo sistema establecido.

2.4. Hannah Arendt: Sobre la revolución.
Hannah Arendt es considerada una de las pensadoras más lúcidas e influyentes del siglo XX. El espectro de análisis de sus obras fue muy amplio, examinando desde temas filosóficos, hasta temas políticos y sociales, siendo especialmente importantes sus estudios Sobre la revolución y sobre Los orígenes del totalitarismo.
Hannah Arendt, en relación con el tema que nos ocupa, señala en la introducción de Sobre la revolución que “la guerra y la revolución constituyen aún los dos temas políticos principales de nuestro tiempo” (Arendt, 2006: 11). La autora alemana muestra aquí su apreciación de que ambos hechos políticos tienen un nexo común: la violencia. Para Arendt, toda teoría encaminada a explicar la guerra o el fenómeno de las revoluciones sólo puede ocuparse de justificar el papel de la violencia, ya que representa uno de los aspectos en la práctica más relevantes de las revoluciones. A lo largo de su obra, Arendt reconoce que la denominada “tradición revolucionaria” ha ido abandonando paulatinamente su razón de ser, la lucha a favor de la libertad, y en contra de la dominación y la tiranía. En palabras de Martínez Meucci, “Arendt, fiel a su orientación republicanista, considera que el fin último y casi la única justificación de la violencia revolucionaria radica en la búsqueda, diseño y conformación de un espacio político para la libertad” (2007: 195-196).
En la obra de Hannah Arendt debemos destacar tres planteamientos esenciales:
El primero es su perspicaz distinción entre los conceptos de “libertad” y “liberación”. Para esta autora, la segunda resulta siempre necesaria para conseguir la primera, pero no sería una condición suficiente para conformar ese espacio político de libertad o constitutio libertatis que toda revolución debe buscar (Arendt, 2006: 37).
El segundo planteamiento es su afirmación de que todo esfuerzo encaminado a resolver los problemas sociales a través de medios políticos conduce a la tiranía. En este sentido, la filósofa alemana expone que la Revolución Francesa sustituyó el absolutismo de la monarquía por el absoluto de la soberanía popular, lo cual acabó con la posibilidad de implantar la constitutio libertatis que debía superar todo planteamiento absolutista, y consagrar definitivamente la libertad.
El tercer y novedoso planteamiento se refiere a la aseveración de Arendt de que la única revolución que instauró un espacio verdaderamente perdurable para el ejercicio de la libertad fue la Revolución independentista americana. Al contrario de lo que tradicionalmente se cree, para esta pensadora la Revolución Francesa creó una forma de despotismo basada en la utopía, que en la búsqueda continua de la “liberación”, lo único que consiguió fue sustituir “a la libertad como categoría principal del pensamiento político y revolucionario” (Arendt, 2006: 70). Este acontecimiento contribuyó a conducir el proceso revolucionario hacia una violencia ininterrumpida, que acabó casi en una guerra civil, y posteriormente continental.
Arendt, en la práctica, demuestra estos argumentos con el hecho de que en las revoluciones posteriores a la Francesa lo que predominó fue la repetición de ese modelo francés –basado en la pugna por la “liberación” de los revolucionarios–, en detrimento de la búsqueda de un régimen político que dispusiera de las condiciones necesarias para consolidar el ejercicio de la libertad, algo que podría ser aplicable a la actual situación revolucionaria de algunos países islámicos.

En los planteamientos de Arendt subyace la idea de que aunque el fin último de una revolución es la consecución de la “libertad” –único precepto que, por otra parte, podría justificar el uso de la violencia–, en la práctica las revoluciones se han volcado en la lucha por la “liberación”, protagonizada por las clases revolucionarias.

2.5. El concepto de “revolución” en Theda Skocpol.
Theda Skocpol, importante socióloga y cientista política americana, es una autora vinculada a un enfoque de análisis político, estructural, histórico y comparativo. Una de sus obras más importantes, Los Estados y las revoluciones sociales, publicada en 1979, representa una enorme contribución al estudio de las revoluciones, especialmente su distinción entre “revolución social” y “revolución política”. En este sentido, Martínez Meucci asegura que “Theda Skocpol es posiblemente la investigadora que más ha contribuido en las últimas décadas a sentar las bases para el estudio de las revoluciones” (2007: 203).
Es imprescindible señalar la diferencia que Skocpol establece entre una revolución social y una política. Por un lado, las revoluciones políticas son aquellas que transforman las estructuras políticas del Estado, pero no las estructuras sociales, y en las que no es necesaria la presencia de conflictos de clase. Por otro lado, las revoluciones sociales tienen un impacto mayor para la sociedad, siendo por ende más analizadas por Theda Skocpol(1984: 21), y definidas como:
“(…) transformaciones rápidas y fundamentales de la situación de una sociedad y de sus estructuras de clase; van acompañadas y en parte son llevadas por las revueltas, basadas en las clases, iniciadas desde abajo. Y estos cambios ocurren mediante intensos conflictos sociopolíticos, en que las luchas de clase desempeñan un papel primordial.”
Esta distinción de Skocpol resulta crucial, puesto que permite especificar la naturaleza de las revoluciones, y aplicar uno u otro concepto en función de sus consecuencias para la esfera política o social. Además, esta dualidad de conceptos permite diferenciar, por un lado, la toma repentina y eficaz del poder (revolución política), y por otro, la verdadera transformación duradera y sustancial de las estructuras de las clases sociales y del Estado (revolución social).
Skocpol, al igual que Marcuse, parte de una base teórica eminentemente marxista, tomando especialmente para su análisis aquellos factores estructurales y de lucha entre clases sociales. También su teoría goza de cierta vocación internacional, considerando en todo momento la coyuntura como un elemento que propicia la materialización de las revoluciones. Por su parte, la autora no hace en ningún momento hincapié en el papel que la violencia juega en el ámbito de la revolución. Theda Skocpol no considera la violencia como una condición imprescindible para la revolución, pero sí entiende que las revoluciones sociales, dado su carácter más radical y profundo, se caracterizan generalmente por la sucesión de revueltas sociales, y de expresiones de violencia surgidas del conflicto entre clases.
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Es importante señalar, en último lugar, la contribución que Skocpol hace al análisis de la revolución con su distinción de cuatro grandes perspectivas sobre las revoluciones:
a) La corriente marxista (ya explicada a grandes rasgos en este trabajo).
b) La perspectiva psicologicista, que sitúa el origen de las revoluciones en la incompatibilidad entre el funcionamiento real de un sistema político y las expectativas de los ciudadanos.
c) La corriente del “sistema de valores”, que concibe las revoluciones como una imposición de nuevos valores y principios.
d) Las “teorías del conflicto político”, según las cuales las revoluciones son el resultado de la lucha entre grupos por la consecución del poder.

3. CONCLUSIÓN. 
Como hemos podido apreciar de la mano de cinco pensadores políticos muy influyentes en la historia de la disciplina politológica, filosófica y sociológica, la revolución es un fenómeno complejo, en ningún caso atado a un procedimiento concreto, ni a unas directrices universales. A pesar de ello, todas las revoluciones sí comparten un fin común, el de derrocar una estructura de poder y sustituirla por otra, y sí utilizan un instrumento compartido, el ejercicio de la violencia.
Para los estudiosos a los que hemos acudido –MaquiaveloMarxArendtMarcuse y Skocpol, la mayoría ya considerados “clásicos” de la disciplina– este uso de la violencia es una condición cuasi imprescindible para hablar de revolución, pese a las perspectivas sociales y políticas crecientes que tienden a prestar menos atención a la violencia como un componente básico del hecho revolucionario.
En este sentido, los recientes hechos revolucionarios de la “Primavera árabe” han venido a demostrar el necesario carácter impetuoso y agresivo de toda revolución social, destacando en este caso hechos objetivamente violentos como las auto-inmolaciones (como la del joven tunecino, la cual desencadenó la revolución en aquel país, y por ende, la ola de revoluciones posterior), los enfrentamientos entre grupos civiles y ejército (presentes en casi todos los Estados, como Argelia, Túnez, Libia o Egipto), ataques contra edificios gubernamentales (Sáhara Occidental, Egipto, Túnez…) e incluso conflictos armados internos de primera magnitud (la guerra civil de Libia, o el actual conflicto bélico en Siria).
Es importante destacar también que los autores analizados representan de una manera muy eficiente las ideas históricamente más asentadas acerca del hecho que nos ocupa, incluido Maquiavelo, en principio más alejado de la noción de “revolución”, a la que no hace alusión directa en su obra. A pesar de ello, El Príncipe ha sido aclamado en la literatura de la disciplina como un claro manifiesto de liberación e instrucción del control del poder político. Por otro lado, las tesis de la revolución socialista de Marx –y Engels, siempre en segundo plano– se antojan esenciales para el análisis de cualquier fenómeno revolucionario, aún con las salvedades y modificaciones pertinentes para el análisis de la realidad actual. La Ética de la revolución de Marcuse nos muestra que la revolución se convierte en un hecho diferenciado, que como tal obedece a su propia lógica y moral, donde la violencia podría quedar justificada. Por su parte, Arendt hace una lúcida contribución al distinguir la “libertad” (lo que debe buscar toda revolución), y la “liberación” (lo que en la práctica la mayoría de las revoluciones han buscado y buscan, tras la estela de la Revolución Francesa). Finalmente, Skocpol añade un dato muy importante al debate: la interesante división entre revoluciones sociales y revoluciones políticas, la cual permite identificar con mayor claridad las consecuencias de una revolución en la sociedad.

Los 4 presidentes asesinados en la Historia de Estados Unidos.

Por Rodrigo Bustos. Historiador. 

Ser presidente de Estados Unidos no es menor y tiene una relevancia internacional, y por esto muchos caen en la tentación de atacar el poder de los inquilinos de la Casa Blanca a través de conspiraciones y magnicidios. Por eso haremos un recuento de los presidentes en ejercicio que han sido asesinados en la historia republicana del imperio. Como dato curioso, tres de los cuatro presidentes asesinados fueron del Partido Republicano y el que resta fue del Partido Demócrata. A continuación les presentamos a los cuatro presidentes víctimas de magnicidio: 


1.- Abraham Lincoln (1861-1865).

Fue el decimo sexto presidente de los Estados Unidos, enfrentando la Guerra de Secesión (1861-1865), la primera y única guerra civil que ha tenido el país. Fue el conflicto interno más sangriento, y tal vez la mayor crisis política de su historia. En simultaneo preservó la Unión de la nación, abolió la esclavitud, fortaleció el gobierno federal y modernizó la economía. 

En un principio fue militante del Partido Whig que se disuelve en 1856, para después convertirse en líder del nuevo Partido Republicano. A meses de asumir la presidencia, se declara la creación de la Estados Confederados de América con siete estados fundadores que eran del sur y defendían el régimen esclavista. Su mandato estuvo marcado por la guerra civil que tenía en pugna a esclavistas versus abolicionistas. Por eso Lincoln tomo importantes decisiones en la estrategia de guerra del bando de la Unión, entre ellas el bloqueo naval que impidió el comercio de los estados sureños y el uso de buques cañoneros para dominar las vías fluviales del sur. Lincoln intentó frecuentemente de conquistar la capital confederada Richmond, misión que encargó a sucesivos generales hasta que Grant lo consiguió. Mientras se libraba la guerra, sus deseos para terminar con la esclavitud incluyeron la Proclamación de la Emancipación en 1863. El mandatario usó al ejército de la Unión para proteger a esclavos prófugos, forzó a los estados fronterizos a prohibir el sistema esclavista y sacó adelante en el Congreso la hoy célebre Decimo Tercera Enmienda de la Constitución política, que prohibió de forma definitiva la esclavitud. 

El 14 de abril de 1865, cinco días después de la rendición del general Confederado Robert Lee, Lincoln fue asesinado por John Wilkes Booth, un simpatizante de la causa esclavista.  




2.- James Garfield (Marzo-Septiembre 1881).

Fue el vigésimo Presidente de Estados Unidos en 1881 y su presidencia fue la segunda más corta de la historia de su país después de William Henry Harrison.

Garfield se opuso la creación del Estado Confederado, sirvió como General en el Ejército de la Unión durante la guerra civil (1861-1865) y luchó en diversas batallas bélicas. 

Fue un mandatario sin mayor trascendencia para su país y fue asesinado mientras esperaba el tren junto a su familia en julio de 1881. Las causas de su magnicio se deben a que el abogado Charles Jules estaba molesto al no obtener un cargo consular que él había solicitado. 

Su agonía fue larga y su muerte se debió a la negligencia de sus médicos tratantes, falleciendo en septiembre de 1881. 



3.- William McKinley (1897-1901).

Fue el Vigésimo Quinto Presidente de Estados Unidos y el último veterano de la Guerra de Secesión que obtuvo ese cargo.

En su candidatura a las elecciones presidenciales de 1896 promovió el pluralismo étnico. Durante su campaña se introdujeron innovaciones de publicidad que revolucionaron las campañas políticas.

Con su mandato comenzó un periodo de tendencia republicana y a tener hegemonía política en la región al ganar la guerra ante la Metrópolis española (1898) que le permitió tener el control de Puerto Rico, Guam y Filipinas, y también reconoce la independencia de Cuba.   

Reforzó el proteccionismo aduanero como respuesta a la crisis económica. También desde el comienzo de su gobierno comenzó la recuperación bursátil y agrícola. Esto se debió en parte a una reducción de la agitación política.  

En 1900 obtuvo la reelección a presidente, a pesar de las acusaciones demócratas de favorecer a los grandes intereses empresariales y de un nuevo imperialismo económico. Muere una semana después de ser blanco de un atentado anarquista en la exposición Panamericana en Búfalo.  

El magnicida, Leon Czolgosz, fue juzgado y condenado a la pena capital. 




4.- John F. Kennedy (1961-1963).

Fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, el primer católico y perteneciente al Partido Demócrata.

Durante su administración tuvieron lugar la invasión de Bahía Cochinos, la crisis de los misiles de Cuba, la construcción del Muro de Berlín y la consolidación del Movimiento por los Derechos Civiles de Estados Unidos. 

Durante su gestión combatió a algunos monopolios en sus arremetidas para fijar precios especulativos, autorizando a su hermano Robert para que investigara a fondo en empresas como la General Electric, compañías petroleras y dos de los mejores bancos de Filadelfia, entre otros. 

Su proyecto de Alianza para el Progreso, cuyo objetivo era favorecer a los regímenes democráticos y colaborar con la prosperidad económica y social de América Latina, no tuvo los resultados esperados y terminó más bien con la extensión de la presencia militar norteamericana en el continente.  

Pese a las dificultades, miles de seguidores se congregaban para recibirlo en todas partes, aunque también se podría decir que Kennedy era un hombre hostil para los sectores más conservadores, racistas y anticomunistas.  

Sufre un atentado de un disparo en la cabeza en la ciudad de Dallas en noviembre de 1963. El mundo quedó consternado cuando se conoció la noticia de su magnicidio. 

Lee Harvey Oswald apareció como el asesino, quién a su vez, pocos días después de su detención, fue asesinado por un propietario de cabaret llamado Jack Ruby, quién luego pereció  en circunstancias extrañas en su celda. Este es uno de los más grandes enigmas históricos de nuestro tiempo que quizás no se resuelva nunca. El magnicidio de Kennedy ha sido objeto de numerosas teorías de las conspiración llegando a culpar a la CIA, al FBI, Fidel Castro, entre otras.