Si el mecanismo de inclusión social es el consumo como finalidad de vida, entonces la desigualdad es sencillamente excluyente para quienes no logran participar de la zona de beneficios.
La sociedad contemporánea debe retomar el ideario moderno en su totalidad y sin amaneramiento. ¿libertad? Claro, es decir derecho a discutir deliberadamente las reglas de la república ( Asamblea Constituyente, por ejemplo). La libertad de elegir es una falacia, parte de la idea que existe una oferta fija en el mundo, no cree en la capacidad del ser humano de hacer una nueva oferta. Y la otra forma de libertad, más puntual, que se basa en que cada uno gana según su merito, supone- por ejemplo- el fin del derecho de herencia. Por otro lado, la igualdad debe diferenciarse de la igualdad de oportunidades en un sentido profundo, esto es, la garantía de una sociedad que lucha contra la disolución de su carácter unitario por incremento de la diferencia social.
La libertad es una condición de una sociedad moderna y la igualdad es el pacto clave para que esa sociedad sea como tal. En su comprensión más profunda, la igualdad genera fraternidad. Si en Chile la fraternidad es solo un residuo productivo de la Teletón y una apelación sin sustento de la iglesia Católica y los evangélicos, es porque la igualdad no está en nuestro horizonte político, en el que muchos lo han usado solo con fines electorales.
La desigualdad no es sólo una enfermedad económico-social. Lo es también en un sentido político (solo algunos pueden definir las reglas del juego), y lo es también en términos culturales (nos adaptamos a la desigualdad, considerando natural la segregación socio-espacial). La igualdad es fundamental en los procesos de estabilización. El filósofo Aristóteles postuló que sociedades con sólidas capas medias e igualitarias serían más estables. Pero en Chile, en nombre del futuro, se nos dice que defender la igualdad es estalinista- por traumas colectivos de los discursos en la dictadura militar contra el gobierno de la Unidad Popular- y que su asunción arruinaría el crecimiento económico por atacar el sagrado derecho de propiedad. Por eso, quienes buscan estabilidad y defienden la desigualdad a la vez, sólo pueden llamar más fuerza pública como si esa fuera la política pública del porvenir de Chile.
Rodrigo Bustos. Historiador de la Academia de Humanismo Cristiano.
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